El autoconsumo solar se presenta en dos formas: individual y colectivo. El primero atiende las necesidades de un hogar, mientras que el segundo permite a varias personas beneficiarse de una única instalación fotovoltaica.
Para establecer un autoconsumo colectivo, se deben cumplir requisitos como la baja tensión (<100 kW), un acuerdo de reparto de energía, distancia máxima entre puntos, y la presencia de un contador de generación neta.
En contraste con el autoconsumo individual, el enfoque colectivo presenta ventajas notables para los usuarios, tales como el requerimiento de una inversión inicial significativamente menor a la del autoconsumo individual, lo cual hace que sea más accesible a la ciudadanía, así como que la instalación compartida al tener subvenciones es mucho más rentable.
La rapidez en la amortización y la eficiencia son puntos destacados. Los avances tecnológicos y la eficiencia en costos aceleran el retorno de la inversión, además las instalaciones colectivas ofrecen mayor flexibilidad en la elección de la ubicación de los paneles, optimizando la producción fotovoltaica.
La apuesta final es la sostenibilidad. Al impulsar el autoabastecimiento energético a nivel comunitario, se generan beneficios tanto medioambientales para el municipio como económicos para el ciudadano, además, este compromiso colectivo no solo mejora la calidad ambiental, sino que también eleva el valor de las propiedades conectadas, marcando un paso hacia un futuro más sostenible y económicamente ventajoso para todos. En resumen, el autoconsumo colectivo emerge como el futuro próximo en energías renovables, destacando por su sostenibilidad, eficiencia y beneficios económicos compartido.